La infancia es una etapa muy breve, pero al mismo tiempo, es fundamental para el resto de nuestras vidas, y es una por la que todos pasan, sin excepción.

En los primeros años de desarrollo de cada ser humano, se establece la base para nuestro comportamiento, para cómo percibimos el entorno e incluso para cómo nos relacionaremos con otros seres.

Debido a que ocurren tan rápidamente e involucran procesos que están lejos de lo que conocemos como "evaluable" en nuestra sociedad actual, tales acciones requieren nuestro intelecto bien desarrollado.

Se cree, bastante erróneamente, que este no es un momento importante o relevante, se piensa que los bebés no entienden, que no recordarán, y a partir de esta ignorancia, se pasan por alto muchos puntos que dejan la evolución natural del ser en déficit.

O se llevan a cabo comportamientos dañinos que marcan a la persona y la condicionan, muchas veces, para el resto de su vida.

Esta es la principal fuente de trauma, que nos ha llevado a seguir repitiendo los mismos patrones una y otra vez, que nos han herido y dañado profundamente, tanto que no nos permiten mantener relaciones saludables y vivir una vida mayormente feliz y saludable.